Descubrimiento— By Marcos B. Tanis (Paraguay)

Pequeñas obras de una amalgama de géneros.


Cuando Alba se enteró que sus padres estarían de vacaciones, no escatimó en demostrar su júbilo en todas sus formas posibles. Esa misma noche que le dijeron que ambos lo estarían y que harían algo en familia, Alba hasta sollozó porque luego de un año entero, por fin sus padres tendrían tiempo para los tres.

            La primera noche fueron al cine y de ahí visitaron el parque de diversiones de un conocido shopping. Hubo videos de por medio congratulando el momento, fotografías y estados de WhatsApp. Todo eso en el primer día.

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            Hugo planificó los posteriores días y le habló a su hija de su anotador semanal (claro que todo era parte de su estratagema), le platicó a su hija sobre las posibles salidas y el viaje que harían a la casa de sus abuelos. Allá en su lejana tierra natal, Mayor Otaño.

            —¿Nos dará el tiempo? —Interrogó entusiasmada la niña.

            —Nosotros somos el reloj —le guiñó un ojo y, aunque ella no entendió la metáfora, sonrió de todos modos porque su padre ya lo prometió.

            Hugo es arquitecto y Giovanna abogada, ambos se consagraron en sus profesiones y les ha ido muy bien. Hugo, incluso ya viajó a otros países y Giovanna tuvo los casos más rimbombantes respecto a los clientes que defendió, una de ellos fue del expresidente de la República (quien fue destituido del cargo). Además de ser excelentes profesionales, ambos siempre estaban en las esferas de personas influyentes y por donde iban, los trataban como si fueran ilustres.

            Sin embargo, pese a todo lo que lograron y lo que aún faltaba por cumplir. La pareja también tenía su lado más humano. Necesitaban compartir como una familia normal, con su hija, su anciano perro Buldog y la niñera, Doña Cata, quien estuvo con ellos desde que Alba nació. Respecto a doña Cata, ella fue acogida por la familia tras verla solicitando ayuda en la calle, le dieron techo, comida y habitación y ese buen trato fue resarcido con una labor incuestionable y no por ser “solo” la niñera, tenía un trato desfavorable, sino todo lo contrario.

            Pero rememos de nuevo un poco el bote; al segundo día de vacaciones de la familia.

            Era de mañana, no se habían fijado en la hora, pero supusieron que eran más de las ocho de la mañana, la primera que despertó fue Giovanna, quien, aún con los párpados débiles y la falta de energía, se volteó hacia Hugo y él estaba allí, durmiendo como un náufrago en una isla.

            No quiso importunar con despertarlo, sin embargo, él pareció sentir su aroma en su duermevela y fue él quien despertó de todos modos ante su llamado.

            —¿Estás bien, cariño? —Preguntó él.

            —No quise… despertarte.

            Las falsas disculpas no sirvieron de nada.

            El aliento matinal, los olores tras una noche agotadora no importaron cuando él la besó, Giovanna recibió sus labios como una dosis vivificadora, a partir de allí, nacieron caricias, las prendas fueron desprendiéndose poco a poco, hasta que se quedaron desnudos y se contemplaron sin un atisbo de vergüenza por culpa del inexorable paso del tiempo. Hugo bajó por el cuello, redujo el momento cuando ella jadeó ante sus perturbaciones joviales, después continuó por caminos que ya conocía y llegó al punto donde se desencadenaba su lujuria. Ella vio la erección de su sexo y quería sentirlo con tanta urgencia. Le suplicó con la mirada y él no dudó en cumplir aquel llamamiento refractario.

            Hasta que él, agotado por el éxtasis luego de varios embates, gimió y sintió cómo iba secretando dentro de aquella cálida cuenca, ambos rieron por la ilusión del instante y en un momento dado… cuando Giovanna giró hacia la puerta, Alba estaba allí, presenciándolo todo.  

            Lo primero que hizo fue gritar, luego empujó a su marido para que se hiciera a un lado e intentó cubrirse su desnudez a continuación. Hugo se asustó cuando se percató de la culpa del grito de su mujer, él se puso serio y se cubrió también como pudo cuando vio a Alba en el umbral.

            —¿Qué haces aquí, mi vida? —Se levantó su madre, más asustada por la explicación que debía dar que del escenario que la niña descubrió.

            —Solo quería saber si ya despertaron para que desayunemos los tres juntos —comunicó la niña, también con la incógnita sembrada en ella.

            Alba, obnubilada aún, miraba los rostros asustados de sus padres, su madre intentaba menoscabar la situación y la acompañó de nuevo a su habitación. En ese ínterin Hugo fue rápido al baño y se dispuso a asearse.

            Cuando Giovanna regresó, reveló que Alba hizo preguntas y empezaron a sonreír como dos amantes después de sus encuentros furtivos.

            A pesar del mal momento que sucedió al encuentro en la cama. Hugo fue lo más honrado posible con su hija y explicó a grandes rasgos la forma en cómo los padres se comportan para amarse y, sobre todo, se disculpó por la exhibición matinal.

            Ambos creyeron que Alba comprendió y todo terminaría allí, no obstante, en el colegio, a sus amiguitas les comentó lo que había visto, se sonrojaron, hicieron preguntas sobre el escenario aquel y hasta dijeron que ellas también ya habían presenciado lo que sus padres hacían a escondidas.

            Para Hugo y Giovanna solo fue un pequeño impasse de la fabulosa vacación familiar que tuvieron (incluyendo el viaje a Mayor Otaño, su ciudad natal). Que, por cierto, era el verdadero meollo del asunto y no lo que Alba pudo haber descubierto antes de tiempo.

©2024 Marcos B. Tanis

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