
El agua escasea y
los frutos caen
de los árboles,
como una gota de lluvia
furtiva que se estrella contra el asfalto.
Las cosechas menguan.
No llueve, abundancia de miseria,
sed, espanto de pantanos agrietados, iglesias en ruinas,
fantasmales de pueblos que emergen de las aguas que otrora los cubrieron.
Alguien tañe las campañas oxidadas de una iglesia del pantanos.
Tiran piedras los niños sin sonido de chapoteo.
En verano la ducha llega cada tres días,
en un agujereado balde
relleno de escasez, de vuelta
a otros tiempos.
Se acabó el agua corriente
y volvieron los camiones
cisterna y las colas de
botellas de cinco litros.
Las mansiones con sus piscinas abandonadas
y el suelo un mosaico de
tristeza.
En procesión pasean a la
virgen para invocar un chaparrón.
Hasta los ateos se unen
a la comitiva por si acaso.
Tan apasionadas fueron las rogativas que llovió durante dos años sin parar.
El agua lo anegaba todo, casas, cosechas, pantanos a punto de reventar.
De nuevo la virgen por las calles. Rezaban en silencio porque la lluvia cesara a ratos.