DE ROJO by Fran Arge

Paula estaba concentrada en su examen cuando de pronto, notó que se orinaba encima. De repente se le dispararon las pulsaciones, la reparación se le aceleró y un sudor frío le embriago todo el cuerpo provocando que de forma eléctrica soltara el lápiz sobre el papel.         

Miró a ambos lados para observar que nadie se hubiera percatado de lo ocurrido, y pudo comprobar con alivio que sus compañeros estaban conectados en la prueba. Aprovechó el momento para deslizar la mano simulando que se rascaba la pierna para luego continuar con la misma cautela de un gato hasta llevársela hasta entre las piernas. El contacto húmedo expandió su rostro como una mancha. Sacó la mano con el mismo cuidado que un cirujano posándola encima de sus piernas. Volvió a mirar a su alrededor. Todos seguían a lo suyo. Retiró su mirada del folio para enfocarla en sus manos. Con estupor vio una mancha roja en la punta de sus dedos. La imagen de su madre recordándole que fuera previsora por lo que pudiera pasar la envolvió haciéndola más pequeña. Le había ocurrido lo mismo que a su madre a los doce años.                                                            

Como lo haría para marcharse a su casa.  Las risas de los compañeros, los cometarios silenciosos. Qué vergüenza. Un par de preguntas se habían quedado en blanco cuando termino el examen. Paula estaba en otro mundo. Retrasó el levantarse disimilando con manos temblorosas que fingían ordenar la mochila a la espera que se vaciara la clase. Pensó en decírselo al profesor, pero el pudor la atenazaba. Con la clase ya vacía. Exhaló aire para sentirse algo liberada antes de ponerse de `pie, deseando no encontrase a mucha gente por el pasillo.

De repente, un compañero la sorprendió por la espalda plantándose delante suyo. La ofuscación le había llevado a olvidarse que en la fila de atrás también se sentaba gente. El chico con la mirada puesta en otro parte preso de la vergüenza, no dudo en sacarse la camiseta quedando con el torso desnudo para acto seguido dejársela sobre la mesa.

—Tengo hermanas —respondió el chico sin mirarla. Luego agarró su mochila y salió de clase sin mirar atrás.

Paula en estado de shock agarró la camiseta para atársela a cintura con el alivio de poder volver casa. Al día siguiente ya tendría tiempo de agradecérselo a su salvador.

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