Por Elvira González.
Esa escalera de madera oscura, sedujo la vista e hizo volar la mente parecía una obra de arte, diseño exquisito perfecto balance entre huella y peralte. Lucía vanguardista, las juntas redondeadas, ese ingenioso diseño, debajo los compartimientos algunos con puertas de contacto. Otros exhibían detalles aportando acentos de color de selección estratégica. Observadora, con esa agudeza visual para ver más allá de las apariencias, estaba realmente fascinada, el arquitecto tenía un gran potencial. Sin saber si tenía una relación con otra mujer, lo cual no le importaba, lo deseaba para ella. Era la clase de hombre que por lo visto podía satisfacer sus necesidades tal como le gustaba. Le daría una noche de la cual se quedaría suplicando más, una especie de adicción por su sensual cuerpo, su ágil mente y su magnética personalidad.
Mientras le mostraba el interior de la casa, entre besos, ella pasaba los dedos sintiendo las texturas, elogiando su buen gusto, jugueteando. Lo primero que le quitó a ella fue la chamarra de piel, bajaba los listones de seda del encaje superior, se sacó el pantalón. Se sentó en el sillón acariciando la suave tela subió una rodilla, la abertura de sus piernas lo provocó. Mordiéndose el labio, con el dedo le hizo ceñas de acercarse, lo agarró de la camisa, inclinado hacia ella lo beso, terminó de desabotonar la prenda. Él descubrió sus atributos totalmente, su boca no resistía tales bondades, de rodillas ante ella, voló la parte inferior de seda. Fascinada apretaba con los puños el forro del asiento, la volvía loca esa hábil lengua.
Después de entonar notas altas, lo agarra del alborotado cabello, esos labios enmarcados por la barba, su rostro con la expresión de disfrutarlo. Resultaba irresistible, entonces él de pie, ella sentada, besa el marcado abdomen, mientras su mano frotaba la entrepierna. Baja el pantalón él suspira, de pronto, ella lo toma de la mano suben algunos escalones. Cerca de la parte de arriba le manda sentarse, ella se recarga en las rodillas, con las manos en los fuertes muslos, se acerca cada vez más. Hace un exhaustivo recorrido de su virilidad, arqueado, siente una especial conexión. Tal intensidad esas huellas y peraltes jamás olvidarían esa obra maestra. Sorprendido, todavía ardiendo, le dice que suba al penúltimo escalón, la rodea aferrado a sus voluptuosos atributos. Para hacerle entrega toda su pasión, ambos cantan la misma canción con fuerza, totalmente liberador. Ella se da vuelta roza sus labios con los de él expresando su admiración, por tales habilidades.
Finalmente en la habitación le pregunta por el baño, la toma de la mano, se le antojó el agua caliente, antes de dormir. Ella se hace un nudo en la larga cabellera azabache, entran a la ducha juntos frotan sus espaldas, se besan algo más romántico, algunas risas. La envuelve en una toalla azul marino, el con una en la cintura con líneas turquesa y blanco. Por el momento satisfechos, ella le pide agua va a la cocina, sube con dos vasos, beben la mayor parte del contenido. Ella se suelta el pelo, al tiempo que abre la toalla para terminar de secarse, él la observa fascinado. Aún sin el maquillaje era muy atractiva, su atractivo cuerpo con una ligera gravedad natural, esa pálida piel. Él se hace lo mismo, uno a cada lado de la cama, la mirada de ella lo recorre, suspira, ese cuerpo tan varonil, ejercitado sin exagerar. Despeinado, la barba enmarcando esos labios que deseaba morder una y otra vez, la habilidad de su lengua y esas manos que quitaban el aliento. Preguntó cómo dormirían, ella prefería solo una camiseta, él en calzoncillos.
Abrazados bajó las sábanas de bastantes hilos, color azul cielo, beso suave de buenas noches, ella se quedó dormida primero. Él estaba encantado con la mezcla de sensualidad y misterio, pero de pronto, recordaba cómo encontró a la morena de rizos, claramente en éxtasis. Cuando ella lo había invitado primero, lo sedujo, para después engañarle,si algo le molestaba era la traición. Al ver a la interesante bibliotecaria durmiendo, quien por lo visto era un ardiente volcán pero también tenía ese lado dulce. Conversaría con ella para saber si tendrían solo encuentros libres, sin presión, disfrutándose, hasta donde llegaran.
A la mañana siguiente ella despertó primero, la forma en la que el sol iluminaba la habitación era hermosa. Aunque él había prometido preparar el desayuno, ella deseaba sorprenderle. Lucía tan lindo dormido parecía esbozar una sonrisa, sin hacer ruido bajó, se puso el pantalón, los zapatos. Salió a recolectar algunas naranjas y manzanas, ya sabía que tenía árboles frutales. Al ver la moto se imaginó lo que le gustaría hacer sobre con él encima. Descalza otra vez, acomodó la ropa, en el baño de abajo lavó sus prendas de encaje, sobre el pretil se secarían pronto.
En la cocina, cortó la fruta, batió huevos, mantequilla danzando en la sartén, encontró salchichas, las rebanó, doró el pan en triángulos. Había preparado el café, casi estaba listo, descubrió pimienta negra entre sus especias, agregó un poco, además de rallar sobre los platos servidos. Arregló la bandeja, una flor blanca que cortó, el plato con gajos de cítrico y manzana. Los huevos enmarcados por las tostadas, La cafetera de cerámica con tos tazas, un recipiente con leche, mermelada, cubiertos. Antes de subir a despertar a su atractivo arquitecto, de su bolso sacó el perfume, se roció ligeramente y aplicó brillo labial, su aliento con sabor a pasta dental. La camiseta caída de un hombro, la melena lacia, de lado, entró sigilosa, le daba pena interrumpir su sueño, dejó la charola en una mesa de noche. Se inclinó, comenzó a imprimir besos suaves en la frente, las mejillas, mientras le decía buenos días, Cuando abre los ojos, sonríe, la agarra de la cintura y la sienta encima de él. Acaricia el rostro, pasa los dedos por la melena negra, después de esa forma tan tierna, se sentía más contento que nunca. Quería meter mano debajo de la playera. Ella le menciona que el desayuno se enfriaría, se levantó para mostrarle, estético, bien arreglado, olía delicioso. Le advirtió que primero necesitaba alimentarle, para después demostrarle lo mucho que le gustaba. Así no opondría ninguna resistencia.
Los huevos estaban deliciosos, ese toque de pimienta y parmesano, el café, las risas, él preguntó abiertamente tenía alguna relación. Ella le dejó saber que era libre, entonces ella cuestionó lo mismo. Él fue franco había salido con la chica de la tienda, para encontrarla al día siguiente con un moreno alto, fuerte, galán. La sensual bibliotecaria levantó la ceja, ese hombre era el ex-novio de la hermosa de los rizos. Había pasado a comprarle un libro muy caro para ella, mencionó le propondría matrimonio, pidió colocara una cinta roja sobre la pasta dura.
Cuando escuchó eso, decidió que no valía la pena mencionarle más. Entonces, él tomó la mano de su sensual visita, comenzó a rozar con los labios cada una de las yemas de los dedos. Descubrió más el hombro, se comieron la boca a besos, de pronto, ella dijo haber olvidado algo abajo. El hombre estaba inquieto, aparece de nuevo, usando tan solo la chamarra de piel sin cerrar, se acaricia frente a él los atributos. Entonces, el se para dejó caer el calzoncillo, la rodeó por la cintura, sus bocas se engancharon lenguas ardientes, le dio vuelta contra la pared. Las varoniles manos aferradas a sus bondades, gritaban extasiados, él se esmeraba más y más. Embonados perfectamente, sincronía de caderas, esa pieza de cuero azabache nunca volvería a ser la misma.
Mientras ellos expresaban en altavoz sus pasiones. La morena de rizos espiaba, la noche anterior vio su moto estacionada sonde la librería. Se encontraba fuera de la casa móvil, encontrando las prendas de encaje negro asoleándose en el pretil de la ventada del baño. Estaba furiosa, eso confirmaba que él le había engañado, alcanzó a escuchar como gritaban de placer de tal forma, la hacía gozar tanto, entonces…
Sentada en la pelota para hacer ejercicio, descalza, con una taza grande de café latte. Velas encendidas a favor la restauración de la paz, salud y armonía para todos. El ambiente huele a mantequilla, miel, canela, azúcar, vainilla, naranja cristalizada, toques de brandy, integrado con harina, leche, huevos. Tal mezcla dentro del horno a punto de salir, será para compartir, sobre la mesa junto al chocolate, capuchino e infusiones, sofá al lado. Mientras escucho La Belle Dame Sans Regrets – Chris Botti- Sting Voice- (When I Fall In Love)- buena composición, me parece fascinante. Agradezco como siempre tu gentil presencia al blog.
Respira, suspira. Inhala calma y exhala bienestar…






Fotografías de Elvira González.
Derechos reservados conforme a la ley/ Copyright
Continuará…
algunas palabras que, sin autoridad intelectual, empero con autoridad en la observación sensible y el espejo que solamente entre determinados creadores, nos damos el permiso desde el sístole y diástole
Elvira González se dedica a la ficción amatoria de razgos imbricados en la novelesca del siglo XIX. Obras románticas cual Anna Karenina, Rojo Y Negro Madame Bovary, entre otras. Es difícil no vislumbrar en el suburbio fondo normativo prosaico, dicotomía deliciosa entre su poética acurrucada el fondo de la forma. (Esto con otra su carácter laborioso incuestionable con las pautas del trabajador inenarrable) El género lírico obediente, sin dubitativa a la que hubiere de atinar un sujeto de carácter baladí, poniendo en tela de juicio la categoría de su obra preponderante en lo narrativo.
Elucubrando… tal vez ingenuamente, otrora inquisidoramente, Elvira ha sido influenciada por la fuente de la amatoria del siglo cercano. Coptada, de modo inconsciente pero jamás ingenuo, por la novela contemporánea inscrita en el Realismo Mágico: específicamente- «Como Agua Para Chocolate». Elvira, en su saga de relatos breves, una especie de entregas con tópico latente: la «casa» como escenario único e irremplazable cauce de su función inminente en dar vida al relato, pocos saben, relato dictado por la voz imputable del artista, que en una suerte de narrador corpóreo, manifiesto como el narrador en primera persona, omnisciente- protagonista, supone aliviar la fatiga creativa concretándose en el tipo de narrador que, «todo lo sabe». Es consabido que la función principal de un escritor es la de dejar documentado el sufrimiento existencial. Con la gentileza, enmascarada en habilidad, naturaleza, don, percepción de la exacta figura retórica, entre otras Ha de recargarlo de adornos, recetas de manjares afrodisíacos, y, en adición, perpetrar el padecimiento del arte fotográfico. Finalizado el acto creador, solo nos es menester sonreír.
No olvides escritor, ni hayas de negar la voz meliflua e insinuante, la controversia entre el imperativo que exige el acto creador a priori de la algarabía que quien se enfrenta a la hoja en blanco nunca hubiera ni habrá de sentir sin antes penar. Sin embargo, aquel retorno invariable del eco irredimible, dará un Oasis con el objetivo de amenizar la circunstancia propicia para dar rienda cierta al acto creador. Será un consuelo al obediente creador, Así se me representa ella, una mujer de sensibilidad irrefutable, de oficio intrínseco e innegable. Elvira, oriunda de una patria bendita por la vena originaria que, aún se ha de perpetuar en lo invisible para el vulgo. En la narrativa y la expresión mexicanista, chida. La que late, la que connota la muletilla interjectiva «chingada«. La que levanta la bandera de la «neta«, la que conserva su dialecto como un tesoro que jamás habrá de desdibujarse; aquí en Argentina es el lunfardo también es menospreciado por quiénes han de designarse autoritariamente: dueños de los vocablos del buen decir.
Me he quedado sorprendida Aldana ante tu gentileza en publicar y expresar tu percepción.
Muchas gracias, por el tiempo dedicado y apoyo.
Feliz día, un abrazo.
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