Casa móvil y dejarse llevar — By Elvira González.

Ese jugueteo previo resultaba un potente estímulo para ambos, muy provocativo lo que cubría la gabardina, atributos asomados. Ese deseo pedido al morder el lóbulo lo encendió de tal forma, salieron la moto lista, ella se subió. Ella confesó desde que le vio en la moto se imaginó encima y él haciéndole todo lo que quisiera. Entonces se sienta inclinada hacia atrás, le mandó tirar del listón que tenía el encaje inferior, la prenda se soltó. Él se inclinó a conceder su ardiente deseo, le abrió las piernas, labios y lengua la estremecieron hasta que se arqueaba. Después se incorpora se miraron él de pie, ella lo prensa con las piernas, comiéndose las bocas, él bajó la mano. Sus hábiles dedos acariciaban una de sus zonas favoritas, ella le acaricio por debajo de la única prenda masculina. Entonces lo hizo sentarse como si fuese a manejar, ella encima del sexy conductor, vaivén de caderas. Tan agitados estaban que estuvieron a nada de caerse, lo que ocasionó risas, él le pregunta si eso había satisfecho su fantasía, asintió.

Se escucha un ruido ella voltea al darse cuenta que los aspersores se habían activado, deja las cosas sobre la moto. Se quita el encaje de arriba que se había puesto, se lo avienta a la cara, camina moviendo las caderas. Lo mira provocativa, él sin pensar va tras ella, se corretean un poco se frena con un árbol, la rodea por atrás, (ambos muy mojados). Las varoniles manos se aferran a sus generosos atributos, ella lo frota, se gira, le muerde el labio. Aún más encendidos, le levanta la pierna derecha le da eso que desea con toda pasión, sin parar, gritan con esas ganas que sentían. Enganchados, se besan, estaban de acuerdo había sido incitante. Levantaron las prendas, en ese momento él recuerda mostrarle que ya había colocado cámaras de seguridad, debido al robo de los encajes.

La sensual bibliotecaria se pone seria, espera que no quedara grabado lo que hicieron, él la llevó a mostrarle que todavía no funcionaban. Tenía un fallo en uno de los cables, se quedó tranquila, era claro que decía la verdad. Necesitaban una ducha entonces subieron, espuma y algunos besos, cada uno usando una bata, ella llevaba la suya. de seda corta. Cuando bajaron a ella se le antojó un poco de pastel de queso con fresas, un poco de vino, él sacó dos copas y abrió una botella de vino blanco espumoso. Ella le dio postre en la boca, él tomó un poco decorando sus atributos, con la lengua limpió el área, movió la cabeza hacía atrás, le dijo lo mucho que le gustaba. Sin pensarlo ni un instante, (ambos de pie en la cocina) él le miró encantado le dio la copa y brindaron, él le advierte que no le gustaba, le fascinaba. Ella se le va encima, un beso profundo con danza de lenguas, las manos acariciaban sus espaldas.

Sin decir nada lo toma de la mano le lleva a la escalera, lo sienta, de rodillas le hace saber la fascinación que le provoca hacerle sentir. Con mayor intensidad que la noche anterior, toda su virilidad sometida al inmenso placer que le daba su mujer. Queda rendido por algunos minutos, tendido le pide se acomode junto a él. La abrazaba, rozando su pálida piel con las yemas de los dedos, no sabía que le hacía, pero cada vez la deseaba más. Después de ir por más pastel de queso y el vino, se sentaron en la cama tomados de la mano conversaban. Esas inquietudes que de pronto se tienen, quería saber sobre el ex-novio, nunca más tuvo contacto, terminaron pues la celaba mucho. Se marchó al extranjero, le daba curiosidad si existía algún ex viviendo en el pueblo.

Entonces ella le platicó, cuando había terminado su relación fue a una exposición de libros, le invitaron a dar una charla, conoció a alguien. Con quien tuvo una aventura por un par de días, resultó ser el ahora prometido de la morena de rulos. No lo sabían en ese momento, acordaron había sido algo fugaz, él también estaba dolido. El sexy arquitecto abrió los ojos, lo entendía perfecto, además se lo estaba platicando. Quizás la morena estaba celosa de ella, quizás se enteró, posiblemente ella se había llevado la lencería de encaje que estaba en la ventana. Ella se sorprendió, no lo hubiese imaginado, pero eso le dejó pensando, acaso se atrevería a usar su ropa. Sin mencionar nada recordó que el prometido de ella, le había encargado un libro que estaba por llegar. En el momento de dárselo encontraría la forma de averiguar cómo estaba ella, si la relación era más estrecha, con mucha química. Invitó a su atractivo arquitecto a cenar a su casa, todavía no la conocía, estaría feliz de cocinar para él, sorprenderlo. Aceptó encantado no muchas mujeres habían cocinado para él, (pensó) la abrazó mientras veían una película, hasta quedarse dormidos.

Esa noche la morena dormía al lado de su atractivo hombre de bronceada piel, quien estaba más cariñoso que nunca, ella se comportaba más segura. Algo que resultaba como un afrodisíaco para él, encajes más atrevidos y sexys, lo seducía tomaba el control. Percibía ese cambio en ella, pero que sería lo que pasaba por la mente de la hermosa de rizos.

Al día siguiente el arquitecto despertó antes que su bibliotecaria, con la bata puesta bajó a preparar tortitas, miel, tocino, café, jugo de naranja. Arregló la bandeja olía a mantequilla con la mezcla del aromático recién hecho, verdaderamente delicioso, agregó unos pétalos. Suspiraba de recordar la velada que tuvieron. Subió a despertarla, ya se había bañado, se estaba vistiendo, apenas los encajes y la blusa, la larga cabellera azabache aún húmeda. Al ver que le llevaba el desayuno, lo besó se sentaron en los dos pequeños sillones junto a una mesa redonda, el día soleado, hermosa vista a los árboles. Ambos durmieron de maravilla, muy relajados, después de todas esas caricias y besos que sacaron chispas.

Ella le platicó que le había llamado uno de sus proveedores, el pedido de libros se adelantaría, tendría que recibirle en el trascurso de la mañana. Elogió sus deliciosos panqueques, con la segunda taza de café algunos besos se dieron, él desabrochaba la blusa y comenzaba a acariciarle. Ella se muerde el labio, era irresistible lo que le hacía, pero debía recibir los libros la mayoría eran muy costosos. En la noche cuando la recogiera le llevaría a su apartamento a unos pasos de la librería y se aprovecharía de él, claro después de alimentarle bien. Ante esa sentencia no opondría resistencia alguna. Se vistió para llevarle en la moto, ahora les gustaba aún más, entre eso y la chamarra de piel.

Se estaciona se bajan la rodea de la cintura ella del cuello y se besan, cuando ella ve a la morena espiando. Prolonga el beso, sube una pierna al trasero de él, quien acarició por debajo de la ropa (traía una falda larga amplia) blusa blanca y la chamarra de piel encima. Claro que esa despedida le deja con ganas de más y la reacción de la chica de los rulos fue aventar la bolsa de basura que había sacado. Caballeroso se espera a que saque las llaves y le ayuda a abrir, ella comenta que necesitaba ir a la tienda por vasos desechables para los del camión siempre le daba agua o café. (En ese momento llegaba el pedido). El dulce arquitecto se ofrece a ira comprarlos, se cruza a la tienda, alcanza a ver a la morena que se bajaba la blusa de los hombros. Para verse provocativa, era claro que se dio cuenta que caminaba hacia allá. Al entrar a la tienda por la puerta de atrás, tenía dos accesos, saluda sonriente, la felicita por su compromiso le daba gusto. Busca los vasos, elige además unas velas de aroma a canela, unas pastillas de menta, lleva todo para pagar. La hermosa de rulos bajó más el escote, se lograba ver la lencería de seda y encaje color negro, la cual reconoció. Eran las prendas que usaba su sensual mujer, un pequeño brillante en el centro de una rosa discreta que quedaba justo al centro. Eso se lo había colocado la bibliotecaria, se lo había comentado. La chica se comportó algo coqueta con él, quien fue correcto y serio.

Fue a entregarle los vasos, estaba apurada con tantas cajas de libros, ella le pidió los dejara en el mueble, le aventó un beso, ella también y se fue. Se detuvo en la ferretería a comprar una pieza para el cable de las cámaras. Regresó a su casa y arregló el problema, hizo pruebas, ya se veía la entrada, la puerta trasera, parte del jardín, agregó otras cerraduras. Después tomó los bocetos para el trabajo de la cafetería y se los llevó a la dueña, cuando llegó se bajó, retiró el casco sacudió la cabellera, hábito en él. Entró, con los planos en mano, saludó, fueron a una de las mesas para colocar los pliegos, le mostraba loe diseños. La simpática dueña le aprobó todo, se lo dijo mientras de pie recargaba las manos en la mesa, para que notara el pronunciado escote. Comenzaría a trabajar de inmediato. Preguntó si tenía pastel de queso con cerezas o nuez, menciona les había encantado, ella escuchó plural, era lógico, seguramente no le faltaban citas. Le recomendó uno de chocolate amargo con avellanas acababa de decorarlo, dijo ser ideal para una cena romántica. Lo colocó en una caja,

Recién bañado, oliendo a loción bien, elegancia casual, un bolso con sus prendas, el pastel, ramo de rosas rojas, llegó directamente a casa de ella.

Cuando la puerta se abrió, se quedó con la boca abierta, lámparas que provocaban tenues efectos de luz, velas, pétalos, amplio, bien decorado. La sala color camello, cojines y floreros bermellón ,las paredes de ladrillo en tono beige, la mesa con dos sillas. Le ofreció una copa de vino. Ella se veía despampanante, un vestido sujeto al cuello un escote largo como la falda, abertura hasta el muslo, cabellera con una cola de caballo, tacones. Imprimió el carmín en sus labios, lo limpió después, sobre la mesada de la cocina en una base de cristal colocó en pastel y las flores en un jarrón. Se escuchaba música de saxofón suave y sensual. De la mano le mostró el baño de visitas, después la habitación, vestidor y baño completo, pétalos sobre la cama, además de un antifaz…

Sentada sobre la alfombra, descalza, una taza de té verde con rodajas de limón. Velas encendidas, conoces la intención por un mundo mejor, salud, paz y amor. Esta vez el ambiente huele a tarta de zarzamoras, azúcar, mantequilla, café, chocolate caliente, infusiones, que coloqué sobre la mesa. El cómodo sofá con dos mantas, a través de la ventana se alcanza a ver la nieve vistiendo de blanco el paisaje, la chimenea esta lista. Mientras escucho a Jamiroquai – Bad Girls – buen ritmo para mover el esqueleto. Agradezco tu gentil presencia al blog.

Respira calma. Inhala amor y exhala vida…

Fotografías de Elvira González.

Derechos reservados conforme a la ley/ Copyright

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3 comentarios sobre “Casa móvil y dejarse llevar — By Elvira González.

    1. Tiempo pierden los que no crean arte. Leer es placer estético: ni más ni menos que la función del lenguaje poético. Cariños inconmensurables, Elvira.

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