Ninguna prenda de ropa le parecía adecuada para su cita. A pesar de ser popular en las redes como diseñadora e influencer, a la hora de decidirse era como perderse en un laberinto “si Coco levantara la cabeza me condenaría a llevar corsé” se dijo de quien consideraba su inspiración. Al doceavo intento escogió un vestido rojo ajustado que realzaba su figura. Se maquilló resaltando sus ojos azul cielo, le dio un toque natural a labios y mejillas y el espejo finalmente rubricó el aprobado con deseo. Llegaba tarde, lo sabía, pero la imagen era primordial. Cuando salió a la calle se cruzó con una chica que miró de reojo con asombro; iba con el mismo vestido que ella. Sonrió satisfecha por verla lucir uno de sus diseños pero “no podía ser “volvió para a casa. Removió el armario y cogió la opción b, una falda y blusa blanca. Salió a toda prisa con un andar rápido y un balanceo de caderas que provocaba más de una mirada indiscreta que ella percibía orgullosa. Por fin, llegaba a la plaza donde su novia esperaba ,vestida con unos jeans medio rotos y una camiseta desgastada. Estaba encantada de haberse enamorado de alguien tan diferente. De pronto, perdió el control de un pie. Miro al suelo, y se estremeció, un excremento de perro en su zapato.
—Eso ha sido el Karma, por llegar tarde otra vez —le dijo su novia mientras le daba un paquete de pañuelos de papel que recibía con una avergonzada sonrisa.