
Nadie los usaba ya. Eran un aditamento del vestir masculino totalmente pasado de moda e innecesarios, con eso de las correas elásticas y los pantalones ajustados a la cintura. Él estaba fuera de moda. No es que fuera a contracorriente adrede, sino que tenía esa edad en la que no se dejan así nomás las cosas, porque se siente que se pierde algo y que es preferible perder lo menos posible, sobre todo cuando se ve muy cerca la Pérdida Definitiva …
Tenía tirantes de todos los colores, con diseños variados, pero todos eran anchos –“para que sujeten bien”- y felizmente tenía muchos, porque algunos, con el tiempo, se iban “venciendo” y no eran más que tiras flojas que él se negaba a desechar, porque decía que hacerlo, era como botar su juventud …
Podía no tener casi nada, ser pobre, pero atesoraba sus tirantes y había pensado en dejárselos de herencia a su nieto, al que siempre le decía que le parecían muy bonitos …
José, de once años, admiraba los tirantes del abuelo, porque le parecían fantásticos para fabricar hondas* de colores y compartirlas con la pandilla …
*Honda o Tirachinas.