1. Guardar el motivo de una sonrisa como un cofre en el que, ya abierto, los demás no verán más que polvo; Ha nacido un ave bajo el calor de nuestras palmas su latido es discreto, pero quién, dime conoce las circunstancias en que un vuelo alcanza su fulgor; ¿la animarías a partir en dos el cielo o a suponer los límites de nuestro interior? Imágenes, no hay otra cosa que imágenes que el tiempo reducirá a su mínima expresión: excusas para asir la química y creer en la posibilidad de que aquella escena, el primer temblor de nuestros labios barriendo la distancia no se perdió al declinar la tarde
3. Podría escribir sin cuidado acumular palabras y apretar los párpados en la pretensión de jugar con el recuerdo y ver los tuyos, quedamente húmedos de sudor; trazar con detalles innecesarios una ruta, un plano, directrices, copiosa arquitectura del placer; no habría, al final, si me dejase llevar más que una mancha oscura, instantáneas mal reveladas como el rastro de una intención. Prefiero en tanto registrar tu risa como la inocencia recobrada —¿o jamás perdida?—; si volar alto exige la caída, ¿por qué no caer también juntos? y librar la carcajada como un temblor que ignora la sacudida de los nervios, el temido regreso a nuestras conciencias que, sin embargo, parece bello si puedo reducir todo mi mundo, solo un instante a la contracción de tus cejas
6 Eras tú antes de mí, seré yo después de ti. La historia: una mancha de humedad que desde el centro modifica las superficies nuestro pasado, nuestro futuro. Pero es finita, en algún momento desaparece o ya lo hará. Siempre hablaste de la desgracia que a toda relación sucede, y entendí porque ciertas cosas no se pueden obviar ni el disfraz de su naturaleza es efectivo al amor vale arrancarle fulgor a pedazos pero no sentarlo a la misma mesa mantener a raya del lenguaje imposibles que, a fin de cuentas, debilitan la ilusión Te ríes de mi gusto por arruinarme los finales de las películas, los libros, y quizá puedo forzar una similitud; qué importa saber el final si la magia tiene la fuerza para resistir nuestros pasos cuéntame, otra vez, sin palabras el trayecto, nuestros cuerpos, el temblor.