Nace 1960 en Ancud, Chile. Es poeta y profesora. Su primer poemario fue publicado en 1981 bajo el título de Canto de una oveja en el rebaño, aún siendo estudiante en Valdivia, de la misma concibió parte de su segundo libro En lugar de morir (1987). Su tercer poemario fue. Su tercer poemario fue Hijos 1991.
Su poesía transita por el sur de Chile, así como por las temáticas que tienen que ver con el género. Cómo muchos otros que han sido artífices de la poesía, Rosabetty Muñoz utiliza la poesía como un espacio de resistencia. En el que las relaciones humanas pueden ser purgadas a través del acto mismo de escribir poesía.
Hay ovejas y ovejas Las que comen de cualquier pastizal y duermen con una sonrisa de satisfacción en los potreros. Las que caminan ciegamente por los caminos acostumbrados. Las que beben despreocupadas en los arroyos. Las que no trepan por pendientes peligrosas. Esas van a dar lana abundante en las esquilas y serán sabrosas invitadas en las fiestas de fin de año. Hay también las que tuercen las patas buscando campos de margaritas y se quedan horas y horas contemplando los barrancos. Esas balan toda la gran noche de su vida encogidas de miedo. Y hay, por fin, las malas ovejas descarriadas. Para ellas y por ellas son las escondidas raíces y los mejores y más deliciosos pastos.
Oveja Anciana Puedo decir que he gozado mis días largamente. He comido, bebido y bailado sin desperdiciar minuto. Estaré lista cuando llegue el día. Fui feliz. Eso es todo. No importa que nadie lo recuerde. La gloria también cae a la tierra y los implacables gusanos de la muerte no obedecen ni a los pastores siquiera.
Expuesta Prontos a herir se amontonan en las afueras de mí. Un ojo sobre otro. Me voy a ellos con los brazos abiertos no vaya a ser que no me alcancen. No vaya a ser que el dolor de sus colmillos me sea negado para siempre.
(El río de la noche) El río de la noche es otro atravesado y solo en la ciudad que duerme. Le gusta que le lleve naranjas y poemas que no le tema y le tema arrullándome con alemanes hermosos que miraban el cielo para construir su casa y hombres tristes que se perdieron tierra adentro. “La vida les debe lo innombrable” y me abre los brazos oscuros. “Podrías dormirte dulcemente”. Me habla como a una amapola que tiembla en el viento. Pero amanece y no es el mismo. El río de la noche no me reconoce entre todas las muchachas que cruzan el puente.
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