
Mi bisabuela ciega
me pide que les escriba una carta
a nuestros parientes que están lejos.
Con mi letra chueca
llena de faltas de ortografía
escribo al dictado.
La voz
su plena voz
se extiende
por la gran casa donde vivimos
y amplía el tamaño de mis letras,
su voz triste
un poco espesa
su voz de mujer vieja
tuerce mi mano
la empuja hacia delante
mientras los renglones grises
se estiran
y se entibian.
Nos encontramos bien de salud
recita su voz: mi mano obedece
sobre la hoja
sobre la mesa en que apoyé la hoja
sobre la madera oscura del comedor
sobre esta tierra
que mis pies oscilantes no logran rozar
en este mundo,
la mano
mi mano sabe seguir a la voz
que silabea
me acuna
me aplaca.
El tiempo apagó la ventana:
yo también estoy ciega, abuela,
iluminada solamente
por el resplandor inagotable de la hoja.